La capturé (que mal suena este verbo para una rosa) en un pequeño parque de Alcalá de Henares. No fue fácil, toda vez que la tarde presagiaba tormenta, y una molesta brisa comenzó a moverlo todo. El viento es siempre un agente adverso para la fotografía; no obstante, tras el posterior procesado en casa, a cubierto de cualquier contingencia, conseguí (creo) resaltar la belleza de esta rosa, a punto de ser abatida por la lluvia. Ahora, como tantas otras cosas, ya es sólo parte del inventario de un instante.
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